4.10.21

Denegri's dream




Me levanté asustado por el sonido de dos voces. Lo curioso es que estaba soñando: soñando que soñaba y que me despertaba. No pude ver mi cuerpo en la cama. Quizá sea porque es tabú en sueños: un recurso del cerebro para que no te asustes y te despiertes por la impresión de verte ahí acostado, exánime y con las manos sobre el pecho, como un difunto. ¡Y si te vieras abrir los ojos! ¡Eso sí que daría susto! Como si en un acto de rebelión, el continente reclamara con celo su contenido: como si contener fuese su razón primera y estar hasta el borde su estado apetecido. Habiendo alguien ahí ¿Quién, o qué, vendría a ser uno? Es por esta razón que no me esperaría algo de esta naturaleza; además, porque acabo de atribuirle voluntad a algo que no la tiene. Ahí estaba la esquina y con algo de imaginación, la cama y la colcha de Bob Esponja, pero, simplemente, no se podía mirar (insisto en este detalle porque ansiaba reconocer mi cuerpo para tomar conciencia del sueño). ¿Un velo de maya?, ¿un bug de la matrix?, ¿Una incepción casera e ingenua?, quizás algo de todas las anteriores, quizás ninguna: ¿Cómo abrazar la originalidad en un mundo en el que todo está dicho?

Acostumbro a evocar las escenas, los sucesos y el simbolismo que la maquinaria onírica despliega con la luz verde del inconsciente. Contrario a lo que pueda parecer, tengo tantos deseos reprimidos como cualquiera. A pesar de ser tabla por ambos lados, no soy de palo, y fantaseo en sueños como el resto de los mortales. A veces caen mal los que… ¡Ah!, dejémoslo así.

Estaba, y al mismo tiempo, no estaba ahí. Había abierto la jaula de la experiencia corpórea en el umbral de la maquinaria onírica, y desplegando mis alas, incursioné en una mecánica de corte astral canalizada a través del inconsciente. Ahora que lo pienso bien, en Inception despiertan de un sueño para entrar en otro. Di Caprio podrá decir que saqué estas ideas de ahí, pero nones. En la película, el salto de un sueño a otro es puramente instrumental, además que de astral no tiene nada. Hay quien afirma que la conciencia reside en el plano astral, cosa que no comparto, sin embargo, he tomado prestado el término con fines didácticos, una licencia para poder hacer visualizar al lector, con algo que le es familiar, algo muy difícil de explicar en otras palabras. Si esta experiencia “astral-onírica” no tiene nada de novedosa, ¡qué se le va a hacer! Y si algo tiene, y la posteridad me hace justicia por el neologismo, pues muchas gracias. Escuché voces y fui hasta la sala para ver de quién se trataba. Sentados alrededor de la mesa, encontré bebiendo a tres personajes, así que me apuré a decir:

Señores, me van a disculpar pero no puedo descansar tranquilo con ustedes aquí.

Entre los asombrados intrusos, reconocí nada más y nada menos que a Don Aurelio Denegri.

—¿Eres Denegri, el lingüista? —le pregunté.

Denegri tomó un sorbo de licor de un minúsculo vaso azul y movió afirmativamente la cabeza. Puse mi mano en su hombro para que no se levante y custodié a los otros dos hasta la puerta, quienes me rogaron que les deje estar, pero fue inútil. Antes de irse, ofrecieron volver con unos culitos.

Bueno, bueno… ya veremos respondí.

Tener borrachos en casa, especialmente si me voy a echar a dormir, es algo que solo me pasa en sueños, sin embargo, nunca es mal momento para una buena cátedra de lingüística. Especialmente cuando compras recargas de tres dólares para tener internet y tienes que racionar los datos. Denegri estaba bebiendo con fatalidad andina, su aura tenía el color de quien ha perdido el amor de una manera injusta. Al principio, acompañé su pesadumbre en silencio, y pensé en Lima: en la belleza de Miraflores, en la arquitectura colonial del centro histórico, en el muro de la vergüenza, el parque de los gatos, en el nada pacífico océano que baña la costa en el Callao; el Hotel Roma, las papas a la huancaína, la cerveza cuzqueña, y un poco hasta ahí llegaban mis recuerdos porque apenas estuve unos días. Después recordé lo hablador que era Denegri en sus programas y pensé que si en efecto le habían roto el corazón, de seguro tendría interesantes referentes etimológicos para comparar su sufrir y reflexionar. No creo que tenga nada de extraordinario exigirle a un lingüista de ese talante a usar la lengua para que haga brillar con ese acento limeño tan neutro, el castellano.

Oiga,Denegri, ¿qué es lo que tanto le aflige?

Pero Denegri seguía pensativo, ensimismado. Fumaba y exhalaba bocanadas de humo azul. El pequeño vaso, cautivo entre sus nudosas manos, parecía contener la respuesta a todas sus preguntas. El hombre quería beber hasta perder la conciencia, pero eso no iba a pasar porque un Denegri dormido no me servía para nada.

Ya, cuénteme Denegri.  ¿Quién le hizo tanto daño? Pero el hombre no lograba expresarse, al parecer, le faltaban palabras.

La sala estaba en penumbras y el momento se tornó aburrido y decepcionante. Yo era el dueño de casa y me había hecho expectativas, sin embargo, Denegri daba sorbitos a su vaso y se iba encogiendo en la silla de a poco.

No se encoja Denegri, mejor, cuénteme algo.

Acerqué mi silla, y puse los codos en la mesa. Viéndolo de cerca, Denegri lucía rejuvenecido y un chance manaba.

¿Eres realmente Denegri?

El viejo no dijo palabra, pero luego se reanimó un poco y volvió a asentir con la cabeza. Me contuve otro largo rato, pensando en respetar su momento, parecía sufrir como alguien con pensamiento profundo, pero al rato se me volvía a tornar inconsistente, así que lo tomé de las solapas lo levanté de su asiento y empecé a agitarlo como a un muñeco.

Diga algo, Denegri, por favor. ¡Oh!, un momento… Acabo de recordar… ¿Acaso Denegri no está muerto ya? A ver, a ver, ¿Quién es usted? ¿Cómo llegó a mi casa?

Denegri, se dejaba zarandear. Cuando me cansé de agitarlo lo tomé del brazo y lo saqué por la puerta sin certeza de si era mismo, o no, mi admirado Denegri. Hecho esto, y listo para volver a mi cuerpo, me percaté con asombro que Denegri seguía sentado a la mesa con su inseparable vasito azul que brillaba como si el director de fotografía del sueño hubiese apuntado hacia él, una luz especial.

¡Ah!, eres un fantasma” sentencié.

Pero el tonto de Denegri no articulaba vocablo. ¡Habrase visto algo más desesperante! Lo volví a sacar y volvió a aparecer en la mesa. Y así, tal como lo cuento. Entonces me entraron unas ganas de mear de otra dimensión, y cuando entro al baño, el piso estaba colmado de arena de gato y la taza tapada igual. Como no me pude aguantar, no me quedó más remedio que apuntar a la ducha. Dirigí el flujo a una esquina y cuando se formó una lagunita, apunté a un lado seco, y así una y otra vez. La evacuación era tremenda y no parecía detenerse, así que empecé a jugar con el chorro, haciendo ir y venir las olas de la micción enturbiadas con arena. El líquido empezó a evaporarse. Si hubiese despertado en ese momento… Pero no, la noche fue larga como una buena digestión. Acordándome del farsante, pude sacar la cabeza del baño para espiar mientras ponía la otra bajo resguardo. Para mi asombro, la casa estaba llena de gente y por la puerta entraban más.

Pude reconocer a los que acaba de echar y en efecto habían traído culitos y entonces, sentí el terror de los solteros cuando les cae una visita sorpresa. Denegri me había hecho la casita y les había abierto la puerta. Les pedí a todos que bajen la voz y que nadie entre al baño hasta solucionar el problemilla. Pero eso no se iba a solucionar así no más, ¿Quién era toda esa gente?  Habían tantos que no encontraba por dónde empezar para sacarlos a todos. El primer grupo me puso carita de plis, como si de una buena fiesta se tratase; de hecho parecía una buena fiesta, se notaba a leguas que yo no la había organizado.

Caminé al cuarto y encontré a uno hablando a voces. Bofeteé al extraño y le dije que si no se comportaba lo echaba a la calle, el resto de personajes se estaban drogando, pero sin hacer ruido. Resignado, volví al baño para ver qué podía hacer pero encontré la puerta cerrada. -Todo esto es su culpa, Denegri -murmuré entre dientes mientras lo buscaba entre la multitud. Cuando la situación no podía empeorar, ya con un pie en la sala, apareció uno de mis clientes, quién, al parecer, había regresado de golpe a la ciudad, y detrás sus tres hijas. Como no pude detenerlos, una idea entró a mi cabeza haciendo olvidarme de golpe de todas las demás: ¡Tenía que matar a Denegri! Busqué al lingüista en todo el apartamento pero era como si se hubiese esfumado. Cuando lo di por perdido, me percaté que junto al baño había aparecido una puerta, así que con el mentón bajo y los puños cerrados di tres trancadas y traspasé el umbral para sorprenderlo. Pero ni rastro de él, en cambio, ahí estaba Federica, peinando arena con un rastrillo japonés sobre una mesa de luz, y a su lado, completamente a la vista, aunque aislado por un grueso panel de vidrio, el baño de la inmundicia.

Mi cliente, habiendo constatado lo bien que me la pasaba en su ausencia, a pesar de las frecuentes quejas con que lo mortificaba por lo poco que ganaba en sus encargos, se marchaba ya por las escaleras. Lo alcancé en el descanso para disculparme, y sin dejarme hablar, dijo que me había traído algo. Dirigí mi vista hacia donde apuntó su índice y mi vista aterrizó en el patio de abajo. En principio no pude ver nada, pero fijándome mejor, pude ver dos animales moviéndose rápidamente. Eran dos pollos negros.

Blue Whale

1. Mi animal favorito es la ballena azul. Anoche me acosté pensando cómo sería si fuese capaz de convertirme en una.  2. Mi parte favorita s...