Tiempo atrás, cuando la hierba aún traía semillas, hice uso del buen sentido, en su forma más común, y puse a germinar unas cuantas, (las más gorditas y compactas) entre capas de algodón, dentro de una lata de sardinas. Algunas lograron superar la inconstancia con la que humedecí sus camitas y echaron raíces. La mujer de aquel entonces me animó a etiquetarlas. Es una lástima que no recuerde los nombres, nos pusimos bien creativos. ¡Qué alegría da cuando los tallos empiezan a bifurcarse! Y hasta ahí todo iba muy bien, pero fase posterior demandó algo de logística Conseguí una maceta de buen tamaño y trasplanté los retoños. Lastimosamente, solo dos se adaptaron. Un amigo que pasó a saludar me dijo que fue por la tierra. Tierra del patio era. Poco tiempo después, cuando apenas empezaban a tomar altura, sorprendí al gato comiéndose una y le metí tal puteada no le quedaron ganas de intentarlo con la otra (por el vuelo en el que andaba se asustó el doble). La ultimita se agarró con la
en la cresta de la sensación de un dolor insufrible parece que se vive dos veces previo al descanso con que premia la muerte parece que la vida, desafiando su propia magnitud, se dilata golpes de gracia y estocadas finales a veces proféticas y otras veces sarcásticas profundidades en las que nos hundimos cornisas en las que resbalamos flujo inagotable de los sueños que por la conmoción, no se recuerda y entonces volvemos y la vida nos parece un regalo que al instante, se diluye