13.8.12

Yerro


El sujeto del que tanto se habla está en la parada de autobús. El cuadro es casi patético (visto desde la calle de enfrente, o mejor aún, desde el edificio de enfrente), la silueta oscura recorta nítidamente las secciones horizontales de la puerta lanfor, está a medio paso del poste y a cuatro de la esquina. Hace frío y no hay nadie cerca. Como todos los días desde hace tres décadas, el extraño espera su transporte en el mismo lugar. Su postura es la de un hombre mayor, o en su defecto, la de un hombre que lleva a cuestas el peso de una familia tan grande como hambrienta. Su mirada atónita, de otro mundo, se descarga por momentos sobre los pisos del edificio, estructura que, sin el menor pudor, (y a costa del sudor ininterrumpido de cientos de sus semejantes) se empeñó en ocultar y retrasar, cada día más, la luz del sol; dejando a cuenta del olvido la visión de la hermosa cordillera, coronada aquí y adornada allá, por montañas y volcanes. En la parada en cuestión, que no es más que un lugar indefinido junto a un poste en una esquina cualquiera, el hombre insustancial reflexiona lo que le permite el cerebro a esas temperaturas. El frío no lo hace más tonto, (así como el calor no lo hace más listo) pero de seguro lo hace más lento. Las mañanas invernales como esa, se siente realmente como un estúpido. A eso justifica, (al menos cuando de sentirse mejor se trata) el no haber podido prever ciertas cosas, y hasta servir de excusa para todo el resto. Sí, se especializó tanto en hacer mandados que pasado cierto momento de la vida ya no supo levantar un dedo sin que se lo ordenen. Sí, en eso pensaba al mirar los arañazos de acero de sus botas. Hacía no más de un año, a esa misma hora, habría podido cruzar la calle, comprar un pan caliente en la panadería y presenciar la salida del sol mientras la luz le calentaba los cachetes. Sin lugar a dudas, nuestro hombre detesta el edificio. A la altura de la guardianía, cuatro pisos por debajo de la parte visible, descansa el eterno descanso su pequeña Laika, quien meses atrás fue a encontrar su final en el hueco de la construcción, trágicamente atravesada por dos varillas. –¿Para qué tanto hueco? ¿Para qué tanto fierro? –se preguntó entonces. A pesar de haber presenciado el crecimiento desde sus cimientos, nada le quita la sensación de que la edificación llegó caminando sobre sí misma con la sola intención de joderle más la vida. Apenas la semana anterior al día en cuestión, el edificio había sido terminado y apenas una semana después, ya no se podían ver departamentos sin cortinas. Eso no fue del todo malo en principio, al menos, ya no era más el único cristiano en la gélida parada de autobús. Digo al principio, ya que a pesar de su noble entusiasmo nunca ha logrado entablar una verdadera conversación con ninguno de sus nuevos vecinos. Alguna vez, por esas cosa de la vida, se le pasó por la cabeza levantar la voz y exaltar la pérdida del paisaje, o simplemente, quejarse del frio que le cristalizaba las orejas; pero siempre se detuvo: era cuestión de lógica… nadie habría entendido de lo que estaba hablando. Y es que con cierta gente ya es bastante pedir que saluden. Un día como hoy, antes de subir al autobús, nuestro querido amigo ha descubierto con tristeza la marca de su inferioridad. El aire seco hace su camino invisible por las avenidas, y es ahora, justo ahora, en que por primera vez en su vida, piensa en lo que le sucederá si es que no va a trabajar.

6 comentarios:

Mr. H3rv45 dijo...

En portada: Le charming man, M. Hervás, 2010.

janeko dijo...

Resulta difícil iniciar el proceso de desprogramación en una parada de bus, sin embargo, es posible, por experiencia personal. No sabía que eras Cristiam Hervás, tampoco sabía que escribieras. Saludos.
Jeannette Realpe (a) Janeko.

Mr. H3rv45 dijo...

Saludos Janeko, gracias por comentar :)

lele dijo...

oye!, cuando leí, se me vino en contraste, una especie de collage con el loco de la balada para él, , , escucha http://www.youtube.com/watch?v=KlRwElo02jU

Mr. H3rv45 dijo...

Ya sé que estoy piantáo :)...
¿qué es piantáo, piantáo, piantáo
jeje
ni idea :)

Lele dijo...

Me encanta lo que a pesar de su noble entusiasmo... no es que me encante que no pueda entablar conversación con los vecinos, , , me encanta lo que me permite sentir de ello.

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