7.9.13

Exes


¿Que qué veo a través de la ventana? Pues no la gran cosa. La culpa es, en parte, de los dos pedazos de tela negra que uso en reemplazo de cortinas. En parte, porque el paisaje no me deja ver más que una montaña seca de cimas tristes y un poco de edificios, tampoco muy alegres. En la casa blanca de manchados filos verdes hay un centro cristiano. Lo patético inscrito en pequeñas células con vida propia. Parásitos de esta tierra como cualquiera, pero ‘sanos del corazón’  y ‘tranquilos de espíritu’ por eso de la felicidad prometida. Me dan asco este tipo de prácticas. No les creo nada. Espero no llegar a tener que extrañar esta vista. Viéndolo bien, el ventanal es amplio y el ángulo de visión es privilegiado y a pesar estar en un nivel bajo, nada, excepto las cortinas, impiden su contemplación. Ahora entiendo por qué no las encontré en ese color. En la noche te libran de curiosos, pero en el día, no te dejan ver lo que hay detrás. Supongo que si tuviese la costumbre de abrirlas y cerrarlas no estaría considerando todo esto, pero nunca lo hago. Puerta abierta y cortinas cerradas, así han sido las cosas desde que llegué a este lugar. Veo también desde aquí, no sin poner algo de imaginación ya que está detrás de la susodicha, la casa de una ex novia con la quedamos como suelen quedar las parejas: ella nunca leerá esto y yo nunca miraré su casa. El edificio alto del fondo y el que queda junto a él albergan bastantes personas que raramente encuentro, sí, recuerdo la última; habían venido persiguiendo a un par de ladrones desde su calle y se proponían a quemarlos en plena República. Por suerte para ellos, para los negros, llegaron los policías. Hubo muchos palazos y forcejeo hasta que los uniformados lograran meter a los delincuentes en la camioneta. Nunca imaginé una reacción tal de los vecinos. Me quedé con una primera sensación de asombró ante el grado de organización y respuesta del colectivo. Todos armados con grandes palos que parecían haberse mandado a diseñar para la ocasión. Y vaya que los utilizaron. Por las mañanas, la montaña se puede ver más verde y el cielo más nítido y azul, pero generalmente me lo pierdo porque suelo estar dormido a esas horas. Por las noches, las luces de los departamentos se encienden y la montaña desaparece, dejando como testimonio de su inamovible existencia, esa tintineante luz de la que huyen los aviones.

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