
Mi vida se había convertido en un simple transcurrir de tiempo. Permanecía echado en cama, ensoñando un pasado irreal desdibujado por el cloro de la memoria o en un futuro cercano lleno de inacción. En esta especie de trance, esperaba el éxodo de todos los recuerdos. La persistencia de la no-acción, la drasticidad de lo inacabado, hacían de mí un ente ermitaño y absurdo. Producto de la introspección, de compartir mi ser solo conmigo, establecí una suerte de diálogo, entre el yo creador y el yo silente. Al poco tiempo había decidido no ver, no decir, no ser.
3 comentarios:
emigraste a la TRIPLESENTIDO, cuándo?
Cuando terminé mi primer cuento, ...las ganas de contar me preceden.
Martín.. jaja
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