El otro día perdí las llaves de mi casa. El guardia de seguridad, observador y comedido como el resto de mis vecinos, se acercó cuando me disponía a romper la ventana de la cocina. Sin pensarlo mucho, le dije lo que había estado esperando y acto seguido voló escaleras abajo en busca de la dueña del condominio. Saqué mis tabacos y me sentí espiado desde la casa de enfrente. Una gota del tamaño de un capulí me cayó en la nariz y maldije en voz alta; si no hacía algo tendría que escoger de entre lo sucio y lo húmedo algo decente para vestir. La doña miraba el cielo y a mi azotea. Bajé corriendo y de un momento a otro, me encontré en medio de la peor granizada que haya metrallado estos suelos, debajo del portal de una ausente Manuelita. Pensé en mi ropa y luego en mi novia, luego pensé en cruzar el pasaje para buscar un mejor lugar pero lo pensé mejor, estaba mojado hasta las rodillas y la cabeza, que de alguna manera se mantenía seca, no se dejó convencer de recibir tingazos a cambio de un poco de comodidad para las extremidades. La noche cayó de repente y el granizo fue reemplazado por lluvia, el viento cambió y me estampó su furia. Salté de mi escondite sin rumbo fijo, pasé por casa de los Valiente pero no me atreví a entrar, doblé la esquina y pasé de largo a los Díaz y luego a la antipática de la casa bonita, la tienda del sargentillo estaba cerrada y maldije por tercera vez mirando vomitar a mis zapatos siendo visto con pena por la hija del ingeniero. Entonces regresé mis pasos hasta mi casa y usé el codo con la estúpida ventana de la cocina. Una hora después, cuando ya me encontraba parcialmente seco, —la mente no se olvida tan fácil como el cuerpo— asomó el conserje acompañado de la patrona que no escatimó en palabras para reprobar mi conducta. Con mucha delicadeza, es decir, sin levantar la voz, le dije que se vaya a la mierda e invité al conserje a que la acompañara; antes de cerrar la puerta, le hice dedo a la vieja del frente que seguramente estaría mirando.
7.5.10
El agua no se resiente
El otro día perdí las llaves de mi casa. El guardia de seguridad, observador y comedido como el resto de mis vecinos, se acercó cuando me disponía a romper la ventana de la cocina. Sin pensarlo mucho, le dije lo que había estado esperando y acto seguido voló escaleras abajo en busca de la dueña del condominio. Saqué mis tabacos y me sentí espiado desde la casa de enfrente. Una gota del tamaño de un capulí me cayó en la nariz y maldije en voz alta; si no hacía algo tendría que escoger de entre lo sucio y lo húmedo algo decente para vestir. La doña miraba el cielo y a mi azotea. Bajé corriendo y de un momento a otro, me encontré en medio de la peor granizada que haya metrallado estos suelos, debajo del portal de una ausente Manuelita. Pensé en mi ropa y luego en mi novia, luego pensé en cruzar el pasaje para buscar un mejor lugar pero lo pensé mejor, estaba mojado hasta las rodillas y la cabeza, que de alguna manera se mantenía seca, no se dejó convencer de recibir tingazos a cambio de un poco de comodidad para las extremidades. La noche cayó de repente y el granizo fue reemplazado por lluvia, el viento cambió y me estampó su furia. Salté de mi escondite sin rumbo fijo, pasé por casa de los Valiente pero no me atreví a entrar, doblé la esquina y pasé de largo a los Díaz y luego a la antipática de la casa bonita, la tienda del sargentillo estaba cerrada y maldije por tercera vez mirando vomitar a mis zapatos siendo visto con pena por la hija del ingeniero. Entonces regresé mis pasos hasta mi casa y usé el codo con la estúpida ventana de la cocina. Una hora después, cuando ya me encontraba parcialmente seco, —la mente no se olvida tan fácil como el cuerpo— asomó el conserje acompañado de la patrona que no escatimó en palabras para reprobar mi conducta. Con mucha delicadeza, es decir, sin levantar la voz, le dije que se vaya a la mierda e invité al conserje a que la acompañara; antes de cerrar la puerta, le hice dedo a la vieja del frente que seguramente estaría mirando.
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6 comentarios:
Uys, vaya historia... quisiera reírme pero dudo mucho que a ti te hiciera demasiada gracia en ese momento.
Vecinas cotillas hay en todas partes.
Un día estuve a punto de decirle a la mía que o dejaba de mirar por la ventana o le echaría el gato a la ropa. Vamos a ver, yo no me meto en la vida de nadie ¿qué interés tiene mi vida?
Al parecer más que la suya...
Mandar a la mierda en voz baja queda educado, y de paso, te desahogas (nunca mejor dicho)
Sólo una vez recuerdo que acabé empapada completamente y me tiré dos semanas estornudando.
Bueno, ya sólo queda arreglar el cristal de la cocina.. xD
¡Cuidate!
Me encanta el gato... *o*
Martin
esta chevere tu blog...
segui posteando!
ahi te dejo para que lo cheques:
www.tumentepoderosa.blogspot.com
fer
Textos tan simples, que cotidianamente. Los leo.
Como si la misma rutina me inspirara.
Me gustó mucho el blog :)
Te dejo la invitación para que te pases por el mío.
Saludos !
incidentes?
ninguno
la curiosidad mató al gato...
jajajajaja suele suceder...!
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