Para Víctor Velasco
Era ligero como un tronco de balsa, y muy elástico, aunque no tanto como un buen calcetín. Cuando fuera sometido a
presión, aguantó como los grandes, y es que, frecuentemente, tuvo que soportar esfuerzos que a cualquier fortachón le
habrían hecho llorar. Repetidas fueron las veces en que la torpeza de algún que
otro animal, que no escasean, le provocaran deformaciones que él temiera irreversibles, y que, so pena de exhaustivas jornadas de algo parecido a un
soplar de botellas, pudo finalmente remediar. En una ocasión, el daño fue tal, que
tuvo que esperar meses antes de ser pasado por una licuadora para ser vuelto a
armar. Desde entonces, su mayor temor era ese ser frío y retorcido que fuera responsable, no
solo de su desgracia sino de la de muchos de su semejantes. Frecuentemente,
entre borrachera y resaca, entre resaca y borrachera, abría hasta el ultimo
poro de su alma y confesaba sus anhelos a su mejor y único amigo (ese que nunca
le supo ocultar nada) Su mayor sueño, su mayor alegría, era echarse, o ser echado, daba igual, a la mar. Quiero, decía, perderme en el horizonte, en
dónde el azul del mar se funde con el azul del cielo; pero su amigo no le
entendía, porque para él, el mar era verde, como lo era la tierra y el cielo.
No quiero ser penetrado, decía, no quiero ser partido, quiero ser tratado con
cuidado. Acaso es mucho pedir? y su amigo no le entendía porque sentía miedo de
morir ahogado, de recibir malos huéspedes, de romperse contra un acantilado. Sin ti, le decía su amigo, no
duraría ni un día en el mar, en cambio tú… Cierto día un amable hombre de manos
delicadas, rascó y rascó hasta hacerlo volar por los aires, dejando tras de sí,
la boca bien abierta de su viejo camarada. Cuánto tiempo mirando la puerta sin
saber que iba a usar la ventana, pensó. Y volteó a mirar, y supo que, finalmente,
había escapado de su aciago, como cíclico, como perpétuo destino. Y es que… cómo
es la cosa por aquí? preguntó, ante la mirada curiosa de plásticos de todos los colores y de uno que otro vegetal. Pues nada, le
dijeron, seguramente nos van a llevar a dar un chapuzón. Oh, oh, de veras?. De
veritas, le respondieron todos con caras largas como recibos del súper; …y tras
numerosas semanas de alegre oscuridad, de amable suciedad, y de dulces
zarandeos, pudo sentir finalmente en sus fibras, el aliento salino del mar.
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