21.8.23

Blue Whale





1. Mi animal favorito es la ballena azul.

Anoche me acosté pensando cómo sería si fuese capaz de convertirme en una. 

2. Mi parte favorita son sus ojos 

Imaginé mis globos oculares creciendo y separándose, mi boca estirándose y ensanchándose descomunalmente (onda Turbo Teeen), mi dedos fusionándose y transformándose en poderosas aletas, mi nariz desapareciendo de mi cara y reapareciendo en mi espalda, imaginé que mi cama era una piscina y que no estaba acostado sino flotando en ella.

3. Ser uno con las profundidades.

Mi sistema nervioso dio un paso sobre el ecuador que divide el hemisferio del sueño con el de la vigilia y logré quedarme (literal) profundamente dormido.

4. El nacer de la técnica

Divisé un banco de peces. Dando giros concéntricos usé mi espiráculo y lancé sobre ellos millones de burbujas. 

5. La cromática del alimento

Los peces ascendían desesperados, confundidos, licuando el agua en espirales de color.

6. Slow-mo

Controlado el cardúmen por todos los frentes, me dispuse para dar la estocada final.

7. El hambre infinita.

Me bastó un bocado para terminar la faena, y solo un instante después: el silencio, la calma, la inmensidad.

5. Despertar siendo el mismo 

Horus me trajo de vuelta al mundo de un lenguetazo, ¡bendito animal!

5.8.23

Of course my horse!



Aníbal De Jors se hizo famoso por su forma de montar a caballo. Tanta mofa le hicieron que se llegó a crear una canción que se baila como dinosaurio. De Jors fue el hazmerreír de la comarca hasta que un día, de la nada, De Jors conquistó Bors, y antes de caer el sol, conquistó también De Mors y De Dors; terminando su periplo de forma sorprendente, cuando en vez de cortar la cabeza de su enemigo, como cualquier Hammurabi haría, se la tomó con el pobre caballito. Rucéfalo se llamaba. Se llevó la cabeza y la exhibió, la mutiló y la sodomizó hasta el hueso, un asco. Hay tanta evidencia que se podría editar un atlas para amantes de los caballos (muertos), de aficionados a la instantánea (ecuestre), al bodegón y al claroscuro, pero sobre todo, a los lectores del Kamasutronomicón de Al Tarif y cosas del estilo. Muchos creen todo fue un karmazo, una retahíla cósmica por las aberraciones de Tzángolas, karma que como siempre, de forma misteriosa, encantó la mente de De Jors, y, posteriormente,  su musculado brazo, para poner fin a las fechorías de Tzanza, un hombre de mano dura, reencauchado como estibador, que no se la puso fácil; pero De Jors, creado por inteligencia artificial, hizo uso de varios atributos bizarros, por los que también será recordado. 

7.7.23

Glotón

 


Comer hasta quedar satisfecho,

comer hasta que mi densidad atrape la boltiana luz

y que mi onda expansiva

reviente cientos de galaxias


Y si hay un volver a empezar

seré esa partícula 

que no se deja empujar

y que para la foto

siempre es más grande que las demás


18.5.23

Malow


Pierce y Malow se encontraron en un cruce de caminos. Pierce le preguntó a Malow que a dónde iba tan resuelto. Malow quiso pasar del desconocido, así que apretó los puños y fijó un punto en su ruta, unos pasos más adelante. Pierce, con la cara más dura que la espada de SubZero una mañana de invierno, reaccionó, y dando un paso al costado, le cortó el paso con todo el aprouch de un franchute de escuela pública. Habiendo obligado al desconocido a detenerse empezó a soltar jabón para dejar bien en claro lo que de Malow percibía: sendas como frívolas nimiedades entrevesadas con preguntas retóricas tan tontas como intrascendentes que, vistas desde afuera, bien parecían la introducción para la venta de un producto, slash, membresía, slash, servicio, slash, catálogo, activación, suscripción, o la típica charla de atalayos de los últimos días. Una perorata insustancial y desconsiderada ignorada en primera instacia por el resuelto viajante, pero que, con la persistencia de un coyote en celo fue taladrando el imperturbable caparazón de Malow hasta dejarlo como gelatina aguada y al clima. Entonces, algo hizo click en Malow, algo que sintió como un espiral de cinta plana saliendo de órbita en alguna parte de su cerebro: nada fuera de lo común porque así se vuelve loca la gente: aguantas, aguantas, y parece que resistes, ...hasta que te revientan. Algo hizo click, y como consecuencia, algo murió en Malow, o mejor dicho, algo desapareció: miró a un lado, luego al otro y no entendió nada, quiso mirar dentro de sí pero tampoco encontró nada; quiso intentar otra vez, esta vez frunciendo el ceño, pero el resultado fue el mismo. Miró arriba, miró abajo, cerró los ojos y volvió a mirar, todas las cosas habían perdido su registro único para formar parte de un solo conjunto; se sintió como dentro de un panal de proporciones colosales azuzado por el vibrato de un trillón de abejas invisibles. El tiempo se había fracturado haciéndole perder tanto la noción del pasado como la visión de futuro, y queriendo entender, al menos, aquel tiempo presente que le punzaba las costillas cada vez que volvía a mirar, parecía un loco buscando las llaves de una moto imaginaria. Cuando ya parecía un androide en un bucle infinito, levantó la vista al cielo y maldijo. Maldijo a los cielos por su silencio, maldijo su nombre: sílaba por sílaba, pero sobretodo, maldijo al entrometido. Siendo así, todo empezó a desaparecer. Y en medio de un desierto de sal en el cual no podía distinguir siquiera la línea del horizonte, notó que algo más se le había extraviado junto al paisaje.

Pierce, por su parte, se encontró sentado en las cómodas cómodas del club de los insoportables, y, cada vez que abría la boca para apuntar algo, todos lo celebraban.

4.10.21

Denegri's dream




Me levanté asustado por el sonido de dos voces. Lo curioso es que estaba soñando: soñando que soñaba y que me despertaba. No pude ver mi cuerpo en la cama. Quizá sea porque es tabú en sueños: un recurso del cerebro para que no te asustes y te despiertes por la impresión de verte ahí acostado, exánime y con las manos sobre el pecho, como un difunto. ¡Y si te vieras abrir los ojos! ¡Eso sí que daría susto! Como si en un acto de rebelión, el continente reclamara con celo su contenido: como si contener fuese su razón primera y estar hasta el borde su estado apetecido. Habiendo alguien ahí ¿Quién, o qué, vendría a ser uno? Es por esta razón que no me esperaría algo de esta naturaleza; además, porque acabo de atribuirle voluntad a algo que no la tiene. Ahí estaba la esquina y con algo de imaginación, la cama y la colcha de Bob Esponja, pero, simplemente, no se podía mirar (insisto en este detalle porque ansiaba reconocer mi cuerpo para tomar conciencia del sueño). ¿Un velo de maya?, ¿un bug de la matrix?, ¿Una incepción casera e ingenua?, quizás algo de todas las anteriores, quizás ninguna: ¿Cómo abrazar la originalidad en un mundo en el que todo está dicho?

Acostumbro a evocar las escenas, los sucesos y el simbolismo que la maquinaria onírica despliega con la luz verde del inconsciente. Contrario a lo que pueda parecer, tengo tantos deseos reprimidos como cualquiera. A pesar de ser tabla por ambos lados, no soy de palo, y fantaseo en sueños como el resto de los mortales. A veces caen mal los que… ¡Ah!, dejémoslo así.

Estaba, y al mismo tiempo, no estaba ahí. Había abierto la jaula de la experiencia corpórea en el umbral de la maquinaria onírica, y desplegando mis alas, incursioné en una mecánica de corte astral canalizada a través del inconsciente. Ahora que lo pienso bien, en Inception despiertan de un sueño para entrar en otro. Di Caprio podrá decir que saqué estas ideas de ahí, pero nones. En la película, el salto de un sueño a otro es puramente instrumental, además que de astral no tiene nada. Hay quien afirma que la conciencia reside en el plano astral, cosa que no comparto, sin embargo, he tomado prestado el término con fines didácticos, una licencia para poder hacer visualizar al lector, con algo que le es familiar, algo muy difícil de explicar en otras palabras. Si esta experiencia “astral-onírica” no tiene nada de novedosa, ¡qué se le va a hacer! Y si algo tiene, y la posteridad me hace justicia por el neologismo, pues muchas gracias. Escuché voces y fui hasta la sala para ver de quién se trataba. Sentados alrededor de la mesa, encontré bebiendo a tres personajes, así que me apuré a decir:

Señores, me van a disculpar pero no puedo descansar tranquilo con ustedes aquí.

Entre los asombrados intrusos, reconocí nada más y nada menos que a Don Aurelio Denegri.

—¿Eres Denegri, el lingüista? —le pregunté.

Denegri tomó un sorbo de licor de un minúsculo vaso azul y movió afirmativamente la cabeza. Puse mi mano en su hombro para que no se levante y custodié a los otros dos hasta la puerta, quienes me rogaron que les deje estar, pero fue inútil. Antes de irse, ofrecieron volver con unos culitos.

Bueno, bueno… ya veremos respondí.

Tener borrachos en casa, especialmente si me voy a echar a dormir, es algo que solo me pasa en sueños, sin embargo, nunca es mal momento para una buena cátedra de lingüística. Especialmente cuando compras recargas de tres dólares para tener internet y tienes que racionar los datos. Denegri estaba bebiendo con fatalidad andina, su aura tenía el color de quien ha perdido el amor de una manera injusta. Al principio, acompañé su pesadumbre en silencio, y pensé en Lima: en la belleza de Miraflores, en la arquitectura colonial del centro histórico, en el muro de la vergüenza, el parque de los gatos, en el nada pacífico océano que baña la costa en el Callao; el Hotel Roma, las papas a la huancaína, la cerveza cuzqueña, y un poco hasta ahí llegaban mis recuerdos porque apenas estuve unos días. Después recordé lo hablador que era Denegri en sus programas y pensé que si en efecto le habían roto el corazón, de seguro tendría interesantes referentes etimológicos para comparar su sufrir y reflexionar. No creo que tenga nada de extraordinario exigirle a un lingüista de ese talante a usar la lengua para que haga brillar con ese acento limeño tan neutro, el castellano.

Oiga,Denegri, ¿qué es lo que tanto le aflige?

Pero Denegri seguía pensativo, ensimismado. Fumaba y exhalaba bocanadas de humo azul. El pequeño vaso, cautivo entre sus nudosas manos, parecía contener la respuesta a todas sus preguntas. El hombre quería beber hasta perder la conciencia, pero eso no iba a pasar porque un Denegri dormido no me servía para nada.

Ya, cuénteme Denegri.  ¿Quién le hizo tanto daño? Pero el hombre no lograba expresarse, al parecer, le faltaban palabras.

La sala estaba en penumbras y el momento se tornó aburrido y decepcionante. Yo era el dueño de casa y me había hecho expectativas, sin embargo, Denegri daba sorbitos a su vaso y se iba encogiendo en la silla de a poco.

No se encoja Denegri, mejor, cuénteme algo.

Acerqué mi silla, y puse los codos en la mesa. Viéndolo de cerca, Denegri lucía rejuvenecido y un chance manaba.

¿Eres realmente Denegri?

El viejo no dijo palabra, pero luego se reanimó un poco y volvió a asentir con la cabeza. Me contuve otro largo rato, pensando en respetar su momento, parecía sufrir como alguien con pensamiento profundo, pero al rato se me volvía a tornar inconsistente, así que lo tomé de las solapas lo levanté de su asiento y empecé a agitarlo como a un muñeco.

Diga algo, Denegri, por favor. ¡Oh!, un momento… Acabo de recordar… ¿Acaso Denegri no está muerto ya? A ver, a ver, ¿Quién es usted? ¿Cómo llegó a mi casa?

Denegri, se dejaba zarandear. Cuando me cansé de agitarlo lo tomé del brazo y lo saqué por la puerta sin certeza de si era mismo, o no, mi admirado Denegri. Hecho esto, y listo para volver a mi cuerpo, me percaté con asombro que Denegri seguía sentado a la mesa con su inseparable vasito azul que brillaba como si el director de fotografía del sueño hubiese apuntado hacia él, una luz especial.

¡Ah!, eres un fantasma” sentencié.

Pero el tonto de Denegri no articulaba vocablo. ¡Habrase visto algo más desesperante! Lo volví a sacar y volvió a aparecer en la mesa. Y así, tal como lo cuento. Entonces me entraron unas ganas de mear de otra dimensión, y cuando entro al baño, el piso estaba colmado de arena de gato y la taza tapada igual. Como no me pude aguantar, no me quedó más remedio que apuntar a la ducha. Dirigí el flujo a una esquina y cuando se formó una lagunita, apunté a un lado seco, y así una y otra vez. La evacuación era tremenda y no parecía detenerse, así que empecé a jugar con el chorro, haciendo ir y venir las olas de la micción enturbiadas con arena. El líquido empezó a evaporarse. Si hubiese despertado en ese momento… Pero no, la noche fue larga como una buena digestión. Acordándome del farsante, pude sacar la cabeza del baño para espiar mientras ponía la otra bajo resguardo. Para mi asombro, la casa estaba llena de gente y por la puerta entraban más.

Pude reconocer a los que acaba de echar y en efecto habían traído culitos y entonces, sentí el terror de los solteros cuando les cae una visita sorpresa. Denegri me había hecho la casita y les había abierto la puerta. Les pedí a todos que bajen la voz y que nadie entre al baño hasta solucionar el problemilla. Pero eso no se iba a solucionar así no más, ¿Quién era toda esa gente?  Habían tantos que no encontraba por dónde empezar para sacarlos a todos. El primer grupo me puso carita de plis, como si de una buena fiesta se tratase; de hecho parecía una buena fiesta, se notaba a leguas que yo no la había organizado.

Caminé al cuarto y encontré a uno hablando a voces. Bofeteé al extraño y le dije que si no se comportaba lo echaba a la calle, el resto de personajes se estaban drogando, pero sin hacer ruido. Resignado, volví al baño para ver qué podía hacer pero encontré la puerta cerrada. -Todo esto es su culpa, Denegri -murmuré entre dientes mientras lo buscaba entre la multitud. Cuando la situación no podía empeorar, ya con un pie en la sala, apareció uno de mis clientes, quién, al parecer, había regresado de golpe a la ciudad, y detrás sus tres hijas. Como no pude detenerlos, una idea entró a mi cabeza haciendo olvidarme de golpe de todas las demás: ¡Tenía que matar a Denegri! Busqué al lingüista en todo el apartamento pero era como si se hubiese esfumado. Cuando lo di por perdido, me percaté que junto al baño había aparecido una puerta, así que con el mentón bajo y los puños cerrados di tres trancadas y traspasé el umbral para sorprenderlo. Pero ni rastro de él, en cambio, ahí estaba Federica, peinando arena con un rastrillo japonés sobre una mesa de luz, y a su lado, completamente a la vista, aunque aislado por un grueso panel de vidrio, el baño de la inmundicia.

Mi cliente, habiendo constatado lo bien que me la pasaba en su ausencia, a pesar de las frecuentes quejas con que lo mortificaba por lo poco que ganaba en sus encargos, se marchaba ya por las escaleras. Lo alcancé en el descanso para disculparme, y sin dejarme hablar, dijo que me había traído algo. Dirigí mi vista hacia donde apuntó su índice y mi vista aterrizó en el patio de abajo. En principio no pude ver nada, pero fijándome mejor, pude ver dos animales moviéndose rápidamente. Eran dos pollos negros.

2.9.20

Last frontier



Tiempo atrás, cuando la hierba aún traía semillas, hice uso del buen sentido en su forma más común, y puse a germinar unas cuantas (las más gorditas y compactas) entre capas de algodón, dentro de una lata de sardinas. Algunas lograron superar la inconstancia con la que humedecí sus camitas y echaron raíces. La mujer de aquel entonces me animó a etiquetarlas. Es una lástima que no recuerde los nombres. ¡Qué alegría da cuando los tallos empiezan a bifurcarse! Y hasta ahí todo iba muy bien, pero fase posterior demandó algo de logística. Conseguí una maceta de buen tamaño  y trasplanté los retoños. Lastimosamente, solo dos se adaptaron. Un amigo que pasó a saludar me dijo que fue por la tierra. Tierra del patio era. Poco tiempo después, cuando apenas empezaban a tomar altura, sorprendí al gato comiéndose una y le metí tal puteada no le quedaron ganas de intentarlo con la otra (por el vuelo en el que andaba se asustó el doble). La ultimita se agarró con la uñas y dientes a la maceta y empezó a desarrollarse. Le puse todas las cáscaras que salieron de la cocina. De vez en cuando le decía: ¡Oye estás flaca!  …a pesar de haber leído en internet que no definen el sexo hasta que no se las deja en completa oscuridad  por ‘x’ horas al día por ‘x’ semanas, llegado el tiempo de germinación, ¿o es de maduración?, ¡Ah!, ¡da igual!, la verdad es que no lo entendí entonces y tampoco lo entiendo ahora. Mi planta no se parecía en nada a los enmoñados ejemplares de las revistas, la pobre no tenía mucha presencia, carecía del abrigo de enmarañados filamentos y no devolvía reflejos de tornasolados cristales. Su paleta de color se reducía a los verdes de un pantalón militar. Pero a pesar de su aspecto corriente, la desecada ramificación plantiforme atesoraba en sus fibras la fórmula de su consagración: Esa química infalible tan ancestral como la risa. Cuando alcanzó buena altura sentí la necesidad de presumir como se presume de un hijo. Pero no eran tiempos de redes sociales. Llegado el momento, despachó unos modestos cogollos y empezó a disipar sus esporas. Cuando el olor empezó a llegar hasta El Cremor Tártaro supe que su tiempo había llegado. Sentí algo en pecho cuando la arranqué de la tierra. La tuve colgada del techo una semana. Y después, ¿cómo explicarlo?: fue maravilloso. De camino a Santiago, llené hasta reventar una pipa grande y dejé el resto con la novia de entonces, en un tarrito navideño con olor a chocolate. A quince minutos de la frontera entre Perú y Chile, me entró el pánico con los pacos de la frontera. Cualquier perro entrenado me habría detectado esa pipa apestosa. Así que aprovechando la parada, me fui detrás de una gasolinera y carburé hasta que solo quedaron cenizas. Escondí la pipa bajo unas piedras y regresé bien tostado al autobus pensando en que la recuperaría en el camino de vuelta. Cuando la policía de migración me preguntó qué llegaba a hacer a Chile no pude contener la risa.



6.2.20

Despertares


En la cresta de la sensación
de un dolor insufrible
parece que se vive dos veces

previo al descanso con que premia la muerte
parece que la vida, desafiando su propia magnitud, se dilata

golpes de gracia y estocadas finales
a veces proféticas
y otras veces sarcásticas

profundidades en las que nos hundimos
cornisas en las que resbalamos
flujo inagotable de los sueños
que por la conmoción, no se recuerda

y entonces volvemos
y la vida nos parece un regalo
que al instante, se diluye

8.1.20

Terror bajo el sol


Miraba tres musas proyectadas en un sofá cama, decidiendo cuál estaba más regia. Y como pasa cuando se nos obliga a escoger entre dos cosas igual de buenas, me estresé y pedí en voz alta por la dueña de casa. Al instante estaba, aunque dudo que de vuelta, en la sala, meditando sobre mi lentitud y rumiando las fibras de una tenebrosa sospecha. Entonces apareció ella, fresca y olorosa como acabada de salir del baño. Sus dotes de anfitriona hicieron brillar el momento y me sentí amado y feliz bajo las sábanas que aparecieron, como por arte de magia, para envolvernos, mientras jugueteábamos en los sillones. Como lo bueno dura poco y lo muy bueno dura mucho menos, algo en medio de esa diversión se quebró. Me levanté, y disimulando buscar en donde arreglarme las mechas, caminé hasta el lustroso mueble de roble al que habíamos estado dando las espaldas. Como ya temía, no pude verme en el reflejo de sus cristales. ¿Para qué me habré salido del cuarto en un principio? me pregunté con furia: ¿tan mal acostumbrado estoy a la felicidad? ...Y no, señor, ya habría querido yo que esta fuese una historias de vampiros y contarles que ese mismo rato le había saltado al cuello a la una y que luego había ido al cuarto a hacer lo mismo con las que quedaban, total, con el alboroto, el orden no me habría importado. Pero no, preferí dar unos pasos de costado y verificar que no haya sido un efecto óptico o una falla ocular por la incipiente iluminación. Hecha la comprobación, supe que tenía un veredicto, así que como buen comedido, le dije a mi acompañante que estaba en uno de mis sueños y que si quería podía irse. ¿Irse? ¿que no estaba yo en su casa? Así que recuerdo haberle dicho: !Podemos hacer lo que queramos!, pero el efecto era obvio, ¿no habíamos dejado ya de hacer lo que allí se hacía?, sin lugar a dudas aquello no tenía futuro, y yo sabía muy bien por qué.


Reaparecí en una urbanización a la que me gustaba llevar mis pasos, por allá temprano, en la infancia. Dos niños caminaban conmigo. La niña me hablaba de muchas cosas, el niño se mantenía cerca pero no decía nada. No consigo recordar nada de la charla: sé que filosofamos y que reflexionamos hasta llegar a una especie de cuarto de lavandería. En este punto, la conversación fue cambiando de tono y el niño empezó a no quitarme la vista de encima. Mi sexto sentido onírico (que funciona como un reloj atómico) me mandó un aviso: algo va a suceder !prepárate!, y como canchero que soy, y como Juan sin miedo que soy, decidí esperar a ver qué pasaba. La pequeña rubia me hablaba cada vez más cerca ¿Qué me decía? No lo sé y creo que no quiero saberlo. Si hubiese sido una peli de miedo, se habrían escuchado las disonantes notas que anteceden a los momentos más terroríficos, pero no; ese pequeño patio soleado no asustaba a nadie, ...a nadie que no haya flipado con el grotesco-sublime de Linch. La niña se fue acercando hasta quedar muy cerca, y como ya mencioné, no recuerdo lo que decía. Ya me esperaba algo raro, lo admito, mi inconsciente me había venido alertando. Contenía la respiración y me preparaba para lo peor. Entonces, ante mi cuerpo paralizado, la niña estiró su boca y luego todo su rostro para envolverme. La miré como quien no teme la muerte hasta que tapó por completo mis ojos, y cuando todo se hizo negro, le escuché decir: Nosotros no somos los demonios de este universo.

1.11.19

Más escaleras


 


Estaba comiéndome una arepa y hablando amenamente con una pareja joven y algo ligera en prendas que había conocido; y como me suele pasar cuando estoy despierto, olvidé sus nombres. Masticaba y empezaba a perder la atención, y en una suerte de placer anosognósico-gástrico, sentí ese conjunto de letras bajar por el esófago bien aglutinados con la carne mechada. Entonces apareció el tipo este del anuncio Wix, y el cuerpo me mandó un aviso y una paloma hecha de números con efecto rotoscópico se me posó en el hombro a susurrarme: a ver hijito, ¿no has tenido bastante?. Intenté reincorporarme con naturalidad sobre el taburete, pero una punzada me devolvió a la charla. Me agarré la panza (en el sueño tenía una, ...culpa de la arepa supongo) y luego empezaron a tirarme de la manga y a preguntarme: ¿Entiendiste? ¿Entendiste? ...Tomé aire y miré al costado, el tipo de Wix estudiaba los precios con cara de emprendedor. Me sacudí el brazo y me acerqué para verlo mejor. Al darse cuenta de mi presencia, me plantó el rostro en un ángulo en el que nunca antes lo había visto, y yo, como desconfiando aún de su autenticidad y así como quien no quiere la cosa, le pregunté: ¿Oye...y tú qué haces? y me acerqué bien para escucharlo de nuevo.

19.10.19

Escaleras


Invitación a colarse en una fiesta, busetazo al sector, comida rápida y charla insustancial. El que nos va a colar está por llegar, las bielas hidratan la espera. Finalmente llega un loco con un tambor y caminamos en grupos hasta el edificio. En el piso más alto, luces de colores orbitan como sirenas. La música resuena, la noche promete. Una puerta lateral y muchas escaleras. El tipo del bombo suda a mares. "...nos van a tocar las doce en estas putas escaleras" le digo, y ansioso, le quito el peso y apresuro el tranco. Arriba, frente a una puerta de vidrio de doble hoja, nos amontonamos mientras llegaban los resagados. Como salido de una sesión de crosfit, apareció finalmente el invitado por la boca de las escaleras, se puso a la cabeza del grupo y empezamos a entrar. En la primera estancia, con la típica facha hipster de camisa a cuadros, pantalón de domingo, y antejos, un tipo me clavó la vista con cara de asustado, "...le faltan los tirantes", pensé, "seguramente está temiendo que se le caigan los pantalones", pero no pude haber estado más equivocado ya que no resultó ser un curioso ni tampoco un metido. A dos pasos de hacerme humo en la multitudinaria orgía que se abría ante a mis narices, se interpuso en mi camino y dijo: "Qué pena con ustedes, panas, pero mi mamá me acaba de decir que hay mucha gente y yo a ustedes no los conozco". "No me conoces, pero me vas a conocer", le dije, y mientras era sujetado por raimundo y medio mundo, desperté con la violenta sensación de no poder presumir lo bailado.

9.8.19

Oe!


Estaba comiéndome una arepa y hablando amenamente con una pareja joven y algo ligera en prendas que había conocido; y como me suele pasar cuando estoy despierto, olvidé sus nombres. Masticaba y empezaba a perder la atención, y en una suerte de placer anosognósico-gástrico, sentí ese conjunto de letras bajar por el esófago bien aglutinados con la carne mechada. Entonces apareció el tipo este del anuncio Wix, y el cuerpo me mandó un aviso y una paloma hecha de números con efecto rotoscópico se me posó en el hombro a susurrarme: a ver hijito, ¿no has tenido bastante?. Intenté reincorporarme con naturalidad sobre el taburete, pero una punzada me devolvió a la charla. Me agarré la panza (en el sueño tenía una, ...culpa de la arepa supongo) y luego empezaron a tirarme de la manga y a preguntarme: ¿Entiendiste? ¿Entendiste? ...Tomé aire y miré al costado, el tipo de Wix estudiaba los precios con cara de emprendedor. Me sacudí el brazo y me acerqué para verlo mejor. Al darse cuenta de mi presencia, me plantó el rostro en un ángulo en el que nunca antes lo había visto, y yo, como desconfiando aún de su autenticidad y así como quien no quiere la cosa, le pregunté: ¿Oye...y tú qué haces? y me acerqué bien para escucharlo de nuevo.

Blue Whale

1. Mi animal favorito es la ballena azul. Anoche me acosté pensando cómo sería si fuese capaz de convertirme en una.  2. Mi parte favorita s...